El patriarcado, palabra que apenas utiliza, no sería un sistema independiente del orden institucionalizado, sino muy imbricado con las actuales relaciones socioeconómicas y políticas. Aunque la opresión de las mujeres viene de lejos, en la actual etapa capitalista está configurada en un sistema integrado de poder, en una interrelación desigual respecto de la producción, hegemonizada por los varones y su prevalencia de estatus y jerarquía. Su especificidad viene de la convencional división del trabajo en función del sexo con una dedicación impuesta a las tareas de la reproducción social, con una posición subalterna respecto de la producción y las estructuras sociales conectadas (entre ellas la familia) y en desventaja en relación con los hombres.
Así, realza la importancia de la reproducción social y los cuidados a las personas como ámbito mayoritario (público y privado) de la actividad femenina y motivo de la desigualdad y discriminación de las mujeres al estar infravalorada su función. Apenas trata el resto de las estructuras sociales y dinámicas socioculturales, empezando por la institución familiar, la reproducción de estereotipos y la cultura sexual, a través de las cuales se articula también esa posición de desigualdad. El tronco en el que se inserta la discriminación femenina está derivado de la dedicación impuesta históricamente a un papel social considerado estructuralmente subalterno: la reproducción social de la vida y los cuidados materiales y afectivos a las personas.

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